el regalo de layla

Existen precios que se pagan en esta vida. Muchos altos, otros no tanto... depende de la escala moral de cada persona. Así como el arte mismo.
Hoy; tras una situación que pudo haber pasado desapercibida para cualquier persona, en mi muy particular situación... al observar aquella escena, me di cuenta que no importa el precio que yo misma pagué de dolor, lágrimas y amarguras para merecer tal regalo.

Bien dicen que los niños vienen a hacernos sabios. Y a darnos también pauta para definir la belleza.
Hoy, mientras observaba a mi hija en un ángulo de tres cuartos jugar meticulosamente con su pedazo de bolillo, me sonreí a mi misma del pensamiento peculiar de sentirme orgullosa de sus once meses de vida y todo el avance en los mismos. Pensé también en la responsabilidad tan grande, en todos los consejos ignorados, las verdades comprobadas, los dolores innecesarios, las miradas perturbadas, las opiniones contradictorias, las penas ajenas, las vueltas de la vida, lo que deja una atrás, los sacrificios involucrados... y en eso estaba metida en mis torbellinos mentales cuando ella volteó a verme, y me ofreció lo más grande que tiene: una amplia sonrisa.

No pude pensar en nada más.